Del libro La Vía del Corazón, Jeshua Ben Joseph (párrafo de la lección 11)
Pregunta: Jeshua ¿Cómo se puede enseñar a los niños pequeños la paz y el Amor, cuando están representando su miedo y su ira?
Respuesta: querido amigo, la respuesta en sí misma podría ciertamente durar todo un año. Sin embargo, dentro de esta hora, podríamos decirte esto: cuando percibas a un niño representando su ira, su miedo, o lo que sea, no te olvides de preguntarte primero a ti mismo:
¿Estoy seguro de que esto es algo suyo, solo porque esté siendo expresado donde su cuerpo parece estar?
Porque ten por seguro que los niños vienen a este mundo centelleantemente limpios. Son muy transparentes –muy transparentes y muy, muy sensibles–. Por tanto, si hay emociones que los padres no estén tratando dentro de sí mismos, si hay una falta de comunicación entre los padres, si hay ira reprimida en la madre o en el padre, entonces, ciertamente, el niño lo sabrá, y a menudo comenzará a representarla inconscientemente, ya que nadie más se está tomando la molestia, podríamos decirlo así: de “barrer la casa” y ser honesto.
Entonces, primero pregúntate a ti mismo: ¿Cómo sé si es “su” ira?
Pregúntale al Espíritu Santo:
¿Cuál es la fuente de esto?
La respuesta no te será ocultada.
Ahora bien, ¿Cómo ayudarles?
Cuando percibas enfado en otro, primero asegúrate de que tú estás libre de eso dentro de ti mismo. Entonces, al contemplar al niño, recuerda que ese niño es perfectamente libre, ahora. Pregúntate a ti mismo: ¿su ira, su representación, toca mi fibra sensible? ¿Puedes darle el espacio y la libertad para representar esa ira, para mover esa energía de una manera que sea saludable y útil? ¿Puedes permitirles hacer eso? Y transmíteles que, ¡Esto parece algo muy divertido! ¡Quizá me una a ustedes!
Y comienza a mover tu cuerpo de la manera en que lo hagan ellos. Haz los sonidos que estén haciendo. Y háblales sin rodeos como un adulto. Deja de hacer ñoñerías a los niños, porque ya eran tan ancianos como tú en el momento de nacer. Diles, con perfecta claridad, en un lenguaje adulto:
La ira es algo perfectamente válido. Vamos a entrar en ella y veremos cómo se siente en el cuerpo.
Diviértete ahí. Hazlo tan emotivamente como sea posible. Y encontrarás que, en un abrir y cerrar de ojos, la irá cambiará, y los niños comenzarán a sentir una sensación de juego. Porque sabrán que han sido aceptados, y que su manera de ser no tiene nada de malo. El hecho de que no se ajusten a las percepciones adultas no los convierte en alguien equivocado o malo.
¿Cómo enseñarles paz entonces?
Siendo tú pacífico.
¿Cómo les enseñas entonces a cultivar paz?
No escondiéndoles tus propias emociones, viviéndolas honestamente –no de manera hiriente, sino honestamente.
Sí, ¡me estoy sintiendo enfadado justo ahora! Esto hace que mi estómago se tense y mis hombros suban hasta las orejas. Mis nudillos se ponen blancos. ¡Y solo quiero patalear!
Bien, ¡pues hazlo justo ahí, frente a ellos! Y, según tú comienzas a sentirte mejor, puedes sonreír y decir, ¿Ves lo fácil que es? Creo que ahora ya estaré simplemente en paz.
Entonces, recuerda siempre que el mayor regalo que puedes darle a un niño es ser la encarnación viviente y el modelo de alguien que no niega ni reprime su humanidad.
Querido amigo, cada relación es una relación de enseñanza y de aprendizaje. Por tanto, cuando un niño parezca estar representando su ira, primero dale el espacio para hacerlo, y observa.
¿Cómo mueve su cuerpo? ¿Solo la vive en su cabeza? ¿O todo su ser se ve envuelto en ella? ¿Qué puedes tú aprender del niño?
Y cuando la ira se haya calmado, siempre, siempre, siempre abrázalos, al menos metafóricamente. Permíteles saber que les amas. Permíteles saber que valen. Permíteles reconocer que sí, que tú también sabes que a veces es un poco duro estar en el mundo, y que agradeces su presencia en tu vida porque estás comprometido a aprender de ellos tanto como lo estás en enseñarles.
Deja –todo el mundo que pueda oír estas palabras en tu planeta– deja de tratar a los niños como gente de segunda clase, como incapaces. ¡Su consciencia es clara y brillante! Háblales como adultos. Vive como adultos maduros en vuestras relaciones con ellos. Intenta darle una oportunidad a este consejo, querido amigo. Hay mucho aquí para ti, si tan solo accedes a cultivar el tesoro que contienen estas palabras.