lunes, 29 de julio de 2013

Navegando Mar Adentro y Echando Redes...

Un viaje a nuestro Mundo Interior

“La mayor sabiduría que puede existir es el conocerse uno mismo”
Galileo Galilei, astrónomo y físico italiano (1564-1642)
Una de las características de este tiempo que nos ha tocado vivir, es que nos cuesta “hacernos cargo” de nuestros propios males. Muy a menudo podemos observar cómo le “echamos la culpa al otro”, intentando justificar con causas externas, lo que no podemos (o no queremos?) ver dentro de nosotros mismos.
Esta actitud representa una barrera que nos impide avanzar en nuestro crecimiento personal.
Tarea que supone que nos trabajemos a nosotros mismos.

Es importante saber que, si bien las condiciones externas pueden ser posibilitadoras u obstaculizadoras de las conductas humanas, las causas internas son las que definen.
Y, ¿cuál sería el camino que nos facilitaría transitar este obstáculo?
Podríamos decir que la clave para poder “hacerse cargo y dejar de tirar la pelota afuera” es lograr un auto-conocimiento; “Conócete a Ti mismo”, decían los griegos e hicieron de esto la bandera de su filosofía.

El punto de partida para “conocerse a uno mismo” es fortalecer nuestra identidad: ¿quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿hacia dónde voy?, ¿dónde estoy?, ¿cómo estoy?.
Re-conocernos y aceptarnos como sujetos de una determinada cultura.

A partir de ahí podrá darse el ser-uno-mismo, esta frase tan mentada hoy en los medios.
Pero lo que no se aclara demasiado es que este ser-uno-mismo requiere hacer uso de una libertad responsable, donde soy YO quien hace las opciones, y no los otros los que deciden por mí.
Si no nos investigamos no podemos conocernos, y entonces dependemos de aquellos que nos van a decir lo que tenemos que hacer.

Una vez que tenemos claro quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos, tendríamos que preguntarnos: ¿cuáles son mis fortalezas?, ¿cuáles mis posibilidades?, ¿cuáles son mis obstáculos?, ¿qué amenazas se pueden presentar?. Esto es lo que nos va a dirigir la mirada, dónde poner foco, porque como todo no vamos a poder abarcar, necesitamos hacer un recorte. Observar todo en general, primero, y luego optar dónde es más conveniente actuar, ya que produciría un efecto mayor. En otras palabras, saber cuáles son los puntos críticos que nos conducirían hacia donde queremos ir.

Otro aspecto importante es aprender de los errores. El error es parte del proceso de aprendizaje; ya que nos indica qué es lo que tenemos que hacer distinto la próxima vez. Negar que nos equivocamos es negar la realidad, no existe el sujeto que se “sabe-todo”. Sí existen grados de conocimiento, que sumados se convierten en un verdadero caudal.

El paso que sigue es “des-cubrir al otro”, aprendiendo a aceptar las diferencias, que tanto nos cuesta y que no estamos acostumbrados. Aprendiendo a “debatir ideas y no a combatir personas”.
Martín Buber decía: "La relación con el otro me define. Soy de acuerdo con la manera en que manejo, conjuntamente con el otro, la relación. Hacemos la relación y en ella nos hacemos. Somos producto o consecuencia del entre-nosotros".

Si observamos los grupos humanos, podemos ver que el eje que causa mayores problemas es cómo nos relacionamos con el otro.
Y si focalizamos la mirada en ese eje, podríamos navegar en las profundidades de uno mismo, mirarnos para adentro, o como decía el poeta Rimbaud, “descender una temporada en el infierno”, y preguntarnos:

Cuando me relaciono:

-¿Considero al otro como sujeto con dignidad igual que yo, pero que piensa, siente y actúa de manera diferente porque ha tenido vivencias distintas a las mías? ¿o me creo superior / inferior a él?

-¿Me centro en mi propia necesidad, o reconozco la necesidad común?

-¿Respeto los tiempos del otro, que son distintos a los míos?

-¿Me dejo influenciar por el modelo individualista que me propone el contexto hoy? ¿o me movilizo por mis principios y valores más profundos?

-A la hora de trabajar con otros: ¿opero-con otros (cooperación)? ¿ o en contra-de (competencia)?

-¿Considero el aporte del otro tan valioso como el mío?

-¿Considero que lo diferente enriquece y es motor de nuevos vínculos? ¿tomo lo diferente como "diversidad" o como "lo opuesto"?

-¿Estoy dispuesto/a a decirle al otro las diferencias para ampliar la mirada y acercarnos más objetivamente a la realidad?, ¿o me callo por temor?

-¿Considero a la persona acabada, estigmatizándola como "ignorante", "negro", etc., o como un sujeto en transición, im-perfecto, es decir no realizados y con posibilidad de cambios y aprendizajes?

-¿Me quedo con la 1º impresión que me causa el otro (a veces rechazo, otras excesiva simpatía) o intento conocerlo tal cual es?

-¿Logro pasar del "YO" al "NOSOTROS" en una tarea grupal?

-Cuando me comunico, ¿lo hago por el otro (impongo)? ¿a otro, descalificándolo como emisor y ubicándolo como receptor solamente? ¿contra otro (desplazándolo)? o ¿con otro (feed-back)?

-¿Estoy dispuesto/a a aprender lo nuevo y desaprender cuestiones viejas que hoy no me sirven?

-¿Soy capaz de tener conductas alternativas, o respondo siempre de la misma manera a los hechos?

-¿Divido a las personas en "buenas" y "malas" o reconozco que todos tenemos aspectos buenos y aspectos a mejorar?

En nuestra familia y en las instituciones que vamos recorriendo en nuestra vida, vamos aprendiendo las formas de relacionarnos, de pensar; y desde estos esquemas miramos la realidad en la que actuamos.

Estas Matrices de Aprendizaje, como le llama Ana Quiroga, operan como filtro de nuestras percepciones, y es lo primero que debemos re-conocer para estar dispuestos a modificar aquello que hoy ya no nos sirve. Hoy, más que nunca, necesitamos plasticidad en el pensamiento y rapidez en la respuesta.

No siempre sabemos qué es lo que nos mueve. Es agradable conocer qué es lo que uno tiene adentro, porque a veces van de la mano, y otras están contrapuestas; y es muy saludable poder ordenarse para pararse desde ahí y ser coherentes con lo que pensamos, sentimos y hacemos.

Esta actitud de reflexionar, indagando, des-cubriendo y resolviendo, se aprende, se construye. Claro que cuesta montañas de esfuerzo. Requiere trabajar-se, como meditar, modelar el carácter, controlar nervios y pasiones, no dejarse llevar por instintos agresivos. En ese de-velar (sacar el velo) nos vamos a encontrar con cosas que no son simples ni sencillas, ni mucho menos inofensivas, pero esto es lo que lo convierte en algo interesante.

"La vida que no se examina no merece ser vivida", decía Platón.

Es agradable conocer qué es lo que uno tiene adentro; y es muy saludable poder ordenarse para pararse desde ahí y ser coherentes con lo que pensamos, sentimos y hacemos.

Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron…
Lc 24, 31

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