miércoles, 22 de abril de 2015

El ciclo hormonal de las mujeres afecta la percepción del mundo a nivel psíquico y anímico

Conocerse a uno mismo es la base de la libertad. 

Este texto es una parte de la entrevista a Erika Irusta, pedagoga, experta y divulgadora en ciclo menstrual y corporalidad femenina, además de doula. Irusta acompaña a las mujeres que lo desean a «vivir con gozo su cuerpo de mujer». Una de las claves que otorga es el conocimiento de que la mujer va cambiando y tiene diferentes dones y retos a lo largo de las cuatro fases de su ciclo menstrual. Fuente: http://www.hirian.com/2013/06/07/las-mujeres-somos-ciclicas-y-podemos-habitar-en-cuatro-mundos-diferentes/
HABLEMOS DE ESAS CUATRO “ESTACIONES”. LA FASE PREOVULATORIA (PRIMAVERA), OVULATORIA (VERANO), PREMENSTRUAL (OTOÑO) Y MENSTRUAL (INVIERNO). CADA UNA DE ESTAS FASES TIENE SUS DONES O CAPACIDADES (HABLA INCLUSO DE LOS SUPERPODERES DE CADA MOMENTO DEL CICLO) Y SUS RETOS. ¿CUÁLES SON ESAS CARACTERÍSTICAS?
Las fases del ciclo menstrual son arquetipos que evidencian el baile de hormonas sexuales que acontecen en nuestro cuerpo. Que nuestro cerebro esté bañado por los estrógenos genera estados físicos, psíquicos y anímicos muy diferentes a si es la progesterona la que está correteando por nuestras venas.
A modo de resumen, podemos decir lo siguiente:
La fase preovulatoria es la joven, la adolescente, la rebelde, la virgen (en su acepción original de “no necesitar del otro para estar completa”), la Indomable. De entre sus superpoderes destaca su locuacidad, intelectualidad y sus altos niveles de atención y concentración. Es la mejor fase para planificar, emprender, comenzar a dejar un hábito, hacer deporte y crear nuestro espacio propio.
La fase ovulatoria es la lujuriosa, la Gran Señora, la madre (como arquetipo de fertilidad y nutrición), la Poderosa Afrodita. Destacamos como superpoderes su poder de convicción, su dominio de las relaciones personales y  su sensualidad voluptuosa. Si tuviésemos una reunión de trabajo, éste sería sin duda alguna el mejor momento del ciclo. Aquí dominamos las relaciones tanto por el carisma como por el atractivo que desprendemos. Es la fase en la que nos suelen decir que estamos “de guapo subido”.
La fase premenstrual es la guerrera, la reina de la oscuridad, la destructora/creadora, la Arpía. Es aquella que se encarga de poner los límites. Esta fase es una de las menos valoradas y es una de las más potentes (aunque en sí, todas lo son). La rabia es el motor de acción y creación más potente que tenemos. La rabia señala aquello que hemos de cambiar. Y para cambiar y crear algo nuevo se ha de destruir lo viejo. En esta fase, el nivel de lucidez es muy alto. Estamos muy sensibles por el balance hormonal y podemos apreciar lo que ocurre de una manera muy precisa. Las tonterías que hemos aguantado en la fase ovulatoria por mantener la armonía de las relaciones (su punto fuerte) no las toleramos en ésta. La clave de esta fase es actuar, aprender a soltar el miedo a esa agresividad implosiva que hemos aprendido las mujeres por cultura. No es mejor callar. Lo mejor es pasar a la acción, pues sin acción la rabia nos asfixia y nos consume. Es este nivel de violencia hacia nosotras mismas lo que nos hace daño.
La fase menstrual corresponde a la anciana, la sabia, la Bruja. En esta fase, el cuerpo acostumbra a demandar descanso, ya que nuestro útero está haciendo un trabajo intenso: expulsar el endometrio. Es un momento para la calma, en el que el sueño onírico tiene mucha presencia. Ocurre que en esta fase hemos aprendido que no hemos de descansar. En los años 60 en EEUU, Tampax avisaba a las mujeres de que en esta fase no podían tomarse un respiro de sus tareas, porque su marido se había casado con una esposa a jornada completa. Hoy nos cuentan que en “esos días” podemos ir a montar  a caballo con ceñidos pantalos blancos. Como si nos apeteciera. Como si, en realidad, solo “las quejicas y las desinformadas” no supieran que, con “la regla”, se puede hacer todo. Mismo discurso, diferente argumento. Ahora tenemos trabajadoras a jornada completa en lugar de dóciles amas de casa, pero la historia se repite.
SOMOS SERES CÍCLICOS EN UNA CULTURA LINEAL Y ELLO PUEDE LLEVARNOS A SENTIRNOS CAMBIANTES, VARIABLES, INESTABLES, INCONSTANTES… ERIKA IRUSTA ACOMPAÑA A LA MUJER A APRENDER A GOZARSE CÍCLICA Y A HABITAR SIN COMPLEJOS SU CUERPO. ES UN RETO AMBICIOSO. 
Sí, como ves es imprescindible conocer nuestras fases, porque sin hacerlo seguimos viviendo perdidas. Además de vivir creyendo que estamos locas, enfermas y que somos unas perpetuas inestables. No estamos locas, somos cíclicas y esto es increíble porque podemos habitar en cuatro mundos diferentes con diferentes superpoderes. Ocurre, como señalas, que vivimos en una cultura creada desde el masculino patriarcal, que entiende que todo es lineal y ascendente. En concreto, el capitalismo se centra en el crecimiento y en la producción intensiva. No valora los flujos de descanso ni decrecimiento. Ocurre que todo en la naturaleza es cíclico. Los hombres también lo son. Barajo la teoría de que ellos sigan el ciclo solar, con lo que, en el mismo día, van viviendo cambios que se repiten cada día, y en esta repetición entre días puedan dar la falsa imagen de ser lineales. No la he estudiado y dudo que lo haga, pues creo que es tarea de ellos. No hay nada que no sea cíclico. 
El falso imaginario de la linealidad nos hace daño. Seguimos creyendo que nuestro cuerpo está defectuoso. Es primordial partir de nuestra cultura. La influencia del imaginario judeocristiano está aún presente en nuestra relación con el cuerpo. Las mujeres seguimos viendo nuestro cuerpo como algo inadecuado que necesita mejorar continuamente. El espíritu sigue siendo lo valioso y el cuerpo lo prescindible. El culto al cuerpo se enfoca desde un enfoque superficial, que trata al cuerpo como una masa que puede controlarse y moldearse a los antojos de una mente o de un espíritu. El cuerpo de una mujer, es decir, cada una de nosotras, tiene una historia y es esta historia a la que hemos de prestar atención para ser quien realmente somos. Nos gastamos mucho tiempo y dinero en querer dar con la persona que realmente somos y la tenemos delante del espejo. Conocer cómo funciona nuestro cuerpo es fundamental, así como darnos ese espacio para gozarlo. El deseo es la voz del cuerpo y tenemos, por influencia cultural, pánico al deseo y al placer. Vivimos presas en unas cabecitas la mar de amuebladas. Somos increíbles construyendo puentes y disertando la tesis, pero a la hora de escuchar a nuestro deseo nos quedamos petrificadas.
Como pedagoga, me dedico a crear un espacio para abrir la brecha. Para posibilitar esta escucha más allá de los tabúes y prejuicios. Soy la primera que domina los conceptos intelectuales y la primera con problemas para habitar su cuerpo, por eso conozco las trampas y los trucos que nos inventamos para decir que ya lo hemos conseguido. Se trata de que cada una de nosotras derribe sus propios muros de creencias y, entre todas, tejamos un lugar propio para habitarse desde nuestro cuerpo, el propio cuerpo de cada una. Es ambicioso, claro. Como fue pisar la luna. Muchas veces pienso en lo fácil que está resultando avanzar en aspectos tecnológicos y en todo lo que cuesta avanzar en el cambio de hábitos y remodelación cultural.  
¿QUÉ SUCEDE CUANDO SE ALCANZA LA MENOPAUSIA? ¿DEJA ENTONCES LA MUJER DE SER CÍCLICA, DESAPARECEN ESAS CUATRO MUJERES?
Mi trabajo parte de la propia experiencia y de la investigación continua en relación con otras mujeres. No soy una experta en el momento vital de la menopausia pero, hasta donde he podido observar, el ciclo se mantiene, pero de una manera menos intensa. Especialmente por el influjo del ciclo lunar y porque nadie dejamos de ser animales cíclicos nunca. Es cierto que, en los talleres han participado mujeres en la perimenopausia y mujeres en la menopausia. Estas últimas han comentado cómo se sienten más cerca de los atributos de la fase menstrual habiendo pasado por largos períodos en la fase premenstrual. Tiene todo el sentido. Si nos fijamos en las mujeres que comienzan la menopausia, las vemos más guerreras, marcando más los límites y atreviéndose a hacer cosas que antes ni habían pensado. Cuando ya llevan años sin el ciclo hormonal de la menstruación, muchas afirman ver todo con cierta calma y claridad. Se potencia el aspecto de la sabiduría y la percepción ampliada. Todo esto, por supuesto, en un estado de aceptación y conocimiento del cuerpo. Porque, tal y como se plantea la menopausia desde nuestro sistema, es un auténtico drama. Muchas mujeres comienzan la perimenopausia en torno  a los 50 años y han de seguir trabajando al mismo ritmo que una mujer de 20 años.  No pueden parar ni un segundo porque supondría el despido, sabiendo que a día de hoy es más difícil si cabe conseguir un trabajo si estás en la franja de los 50 (aunque ya ni con 25 años hay posibilidades).
En todas las edades, las mujeres, en este sistema, hemos de demostrar que nos lo hemos ganado por propio derecho. ¡Imaginaos si además una está fuera del “mercado reproductivo” (mercado en el que hemos de cotizar las mujeres por mandato cultural)! Las mujeres en esta etapa de vida se encuentran con serios obstáculos, que provocan intensos niveles de estrés que repercuten seriamente en su salud. Pasar de una fase vital a otra es complejo y requiere de calma, comprensión, espacio propio, compromiso y autococimiento. No se soluciona prescribiendo hormonas (como no se solucionó con el ciclo menstrual); se soluciona replanteándonos el sistema en el que vivimos y  habitando el cuerpo que somos ¿Fácil? No. Pero ¿quién dijo que lo fuera? Se trata de la vida en sí misma, de vivirla tal y como una desea. Más allá de los miedos, las culpas y las vergüenzas hay una brecha que permite ser una como es.

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